viernes, 10 de diciembre de 2010

La dependencia Sana

dependencia

Todos somos dependientes, necesitamos a
los demás. Sentirme apoyado por mi
entorno me hace más fuerte y resistente
ante los reveses de la vida

En nuestra sociedad el instinto de ayudar al otro es reprimido en favor del individualismo y la competitividad. Pero el ser humano no solo necesita sentirse libre y único, sino que también necesita sentirse en contacto con los demás y útil. Necesitamos tanto cuidar de nosotros mismos como cuidar a algún otro, y es que la ausencia de responsabilidades y compromisos no da la felicidad. Va a depender de nuestra capacidad para comunicarnos que seamos capaces de negociar con los demás y enriquecernos de nuestras relaciones. Las relaciones no solo pueden ser fuente de placer, sino también de seguridad y significado vital. Es evidente que necesitamos estar a gusto con el otro para que nos alegremos de que forme parte de nuestra vida, por ello que busquemos lo que podemos compartir con cada persona y disfrutemos de ello es fundamental. Debemos saber que no hay nadie que cubra todas nuestras necesidades ni que coincida con todos nuestros intereses, ni siquiera la pareja. Tener relaciones diversas, donde pueda compartir mis distintas inquietudes y manifestarme en mis diferentes facetas, es la única forma de no limitarme y caer en la rutina. Pero no se trata de conocer a mucha gente, sino de poder profundizar y saborear unas cuantas relaciones significativas donde me sienta aceptado y en sintonía con algún aspecto del otro. Todos somos dependientes, necesitamos a los demás. Sentirme apoyado por mi entorno me hace más fuerte y resistente ante los reveses de la vida. La gente con buenos amigos se deprime menos, y vivir en pareja (cuando esta es una compañía positiva) es más fácil que vivir solo.

Hay muchos estudios en psicología que han demostrado esto, incluso se ha llegado a comprobar que la felicidad tiene una relación directa con el grado de satisfacción en nuestras relaciones. Del famoso trío “salud, dinero y amor”, gana el amor por goleada. La única forma de auto realizarnos y que nuestra vida tenga sentido es relacionándonos con los demás. Necesitamos sentir que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos, necesitamos sentirnos únicos e insustituibles para alguien, y valiosos por lo que aportamos a nuestro entorno. Lógicamente esta dependencia del entorno es una fuente inevitable de ansiedad. Desde que somos niños tememos el juicio de los demás, empezando por nuestra propia familia. Queremos ser queridos, pero también queremos sentirnos libres de ser nosotros mismos. Desarrollamos nuestra personalidad influidos por estos dos grandes deseos. La salud dependerá en gran medida de cómo gestionamos esta inevitable tensión entre nosotros mismos y los otros. Es importante que no anulemos ni nuestra natural dependencia ni nuestra individualidad, y no se trata de encontrar un punto medio, sino de fluctuar entre ambos polos de una forma flexible y adaptada a las necesidades de cada momento. A lo largo de nuestra vida nos vemos animados a desarrollar aquellas habilidades o rasgos de carácter que han generado aprobación y premios, así como, de forma consciente o no, aprendemos a anular o no desarrollamos lo que ha sido ignorado o castigado. El problema surge cuando el miedo a la desaprobación provoca que nos falseemos y renunciemos a deseos que nos son esenciales. Esto provoca no solo que estemos insatisfechos con nosotros mismos, sino que resulte imposible sentirse querido por el otro, ya que no es nuestro verdadero ser el que está puesto en juego en la relación. Es muy importante que nos demos cuenta de que las relaciones sanas viven los conflictos de una forma constructiva, no hay nada que fortalezca tanto un vínculo como superar una crisis. Evitar sistemáticamente la confrontación complaciendo o callando arruina las relaciones. Uno tiene que conocerse a sí mismo para poder expresar sus sentimientos y plantear sus límites, pero también es igual de cierto que uno se conoce a sí mismo expresándole al otro sus sentimientos y poniéndole limites. En realidad no construimos nuestra identidad solos, todos nos co-construimos en nuestras relaciones. Por eso una relación satisfactoria puede hacer tanto bien y una relación destructiva tanto daño. El aislamiento es una gran fuente de enfermedad y no debemos confundir una vida social agitada donde constantemente se estén “enviando mensajes”, con poder disfrutar de relaciones significativas. Profundizar en los vínculos solo es posible si se mantienen en el tiempo y se encaran los naturales conflictos que surgen a lo largo de los años. El compromiso es una variable fundamental, y no solo en las relaciones de pareja. La congruencia también lo es, significa ser capaces de ser honestos y claros en lo que transmitimos, teniendo también en cuenta al otro a la hora de expresarnos, su capacidad de comprensión y sus dificultades. Es curioso cómo muchas personas que no se comunican bien buscan desarrollar su capacidad de hablar, pero muy pocas son conscientes de que saber escuchar es clave. Todos tendemos a repetir determinados conflictos, somos víctimas de nuestros automatismos y de una forma sesgada de interpretar la realidad. Y aunque esto no pueda nunca superarse completamente uno puede aprender a tener en cuenta sus “desviaciones” para enderezar un poco el rumbo. Formar parte de algún grupo es una gran fuente de aprendizaje, además de generar el sentimiento de pertenencia y la calidez emocional que todos necesitamos. Nuestro pasado nos ha condicionado, a veces de forma dramática, pero ahora depende de nosotros atender nuestras necesidades y desarrollar valores que dignifiquen nuestra vida. Encontrar personas que nos acompañen en esto y sean fuentes de inspiración es una tarea esencial.

Susana Espeleta
Psicóloga colegiada
Psicoterapeuta individual y de Grupo